Publicado el 02/05/2017 18:54 Hs.

Matar la muerte

El adiós al escritor sampedrino Abelardo Castillo que murió este martes, a los 82 años - Por Román Solsona -

Matarla, sin dar declaraciones a la prensa. Matarla a recuerdos, a luchas. Matarla a cuentos, a cuenta. Matarla de río, de amor. Matarla en el bajo, en Las Canaletas. Matarla de risas para una foto. Matarla de besos y ritos. Pero matarla, ante todo, por no saber escribir: pocas ideas, finales plagiados.

Y usted también, Castillo, qué cosa, “qué ocurrencia la de irse a las estrellas”. Digamé cómo se hace, cuales son las palabras que se apoyan en el pecho, qué verso lo nombra. ¿Usted solía pensar en eso, no? Qué decimos los decidores, ahora que se salió de los mundos reales. Qué, Abelardo.

Sospecho que puedo caer en la desmaña del homenaje, en lo irremediable del dolor, en la trampa de la tristeza. Decir algo de este sol de mayo y de aquellas revoluciones, de cabalgar el misterio de la nada, de lo patético de ciertos desenlaces. Recitar a Rilke, concediendo a cada cual su propia muerte. O a Vallejo, con el aguacero de un jueves del que tenía ya el recuerdo. O hasta Aníbal de Antón, no por su balcón frente a Dios, no se enoje, si no por la locura. Me permitiría ponerlo en el fondo de los nacimientos, salvarlo de lo eterno de una estatua a la intemperie, de la inmortalidad que desdeñó Ulises. O acaso ver su nombre en la librería del pueblo, presentirlo en cada estante. Pero listo. No me quedó mucho más en el sufridero.

Tal vez sean sus otras muertes las que me tienen así. Las que contó, las que leí, las que calló o la que mató junto a Guevara en el 67´. Pero digamé, ¿cómo mato yo la suya? Sabrá disculpar, Maestro, pero es muy pronto para su muerte, y demasiado tarde para escribirla.

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